Sigue siendo una enfermedad tabú para muchos hombres, pero el cáncer de próstata es el tumor más frecuente en España, por encima incluso del cáncer de mama, colon o pulmón. Además, constituye la tercera causa de muerte por cáncer entre el género masculino. El año pasado se diagnosticaron en nuestro país unos 33.340 nuevos casos y se registraron más de 6.000 fallecimientos.
Ese pudor o vergüenza que rodea a esta enfermedad, esa reticencia a ir al médico y a hablar abiertamente de ella, como si eso pusiera en riesgo la masculinidad, es la principal causa de que no exista una conciencia colectiva para fomentar su detección temprana, administrar tratamientos menos agresivos y, en definitiva, salvar más vidas. Tampoco ayuda a dar visibilidad la ausencia de políticas públicas y planes oncológicos en las diferentes autonomías. En España no se realiza un cribado a la población para poder detectar este carcinoma como sí existe para el de mama, cérvix o colon, con menos casos.
Las revisiones periódicas, vitales
El cáncer de próstata es el aumento desmedido por la duplicación y/o replicación de las células en la próstata, que es parte del sistema reproductor masculino, se encuentra debajo de la vejiga y tiene como una de sus funciones principales producir líquido prostático. Este fluido ayuda a los espermatozoides en la maduración, ya que puedan llegar a una fecundación exitosa.
La edad media de detección se sitúa en los 75 años, pero cada vez viene afectando más a hombres que rondan los 50. Como ocurre con otro tipo de cánceres, las revisiones periódicas son vitales para evitar los riesgos que conlleva el diagnóstico tardío, cuando la enfermedad ya se encuentra en un estado avanzado. Sin embargo, según ‘Guía de salud’, solo cuatro de cada 10 hombres dicen acudir al especialista en urología una vez al año. Pero lo cierto es que partir de los 50 todos deberían hacerse revisiones anuales, o desde los 45 si hay antecedentes familiares.
La revisión rectal, ese obstáculo disuasorio
Uno de las razones más citadas para no acudir al urólogo es el tabú que hay en torno a la revisión rectal, la forma por excelencia de diagnóstico de este cáncer. Esta prueba es un examen médico que consiste en la introducción de un dedo por el ano para palpar el tamaño y estado de la próstata. Es indoloro y apenas dura unos segundos pero, junto a una analítica de sangre, permite no solo descartar el cáncer de próstata, sino la probabilidad de padecerlo en el futuro. De hecho, el primer signo de la enfermedad es el hallazgo de PSA (antígeno prostático específico) elevado en un análisis de sangre.
Según un estudio realizado por la Asociación Europea de Urología, los hombres que deciden someterse a revisión tienen un 31% menos de posibilidades de morir de cáncer próstata en los siguientes nueve años.
En cuanto a los factores de riesgo, más allá de los familiares diagnosticados con el mismo tumor, también aumenta la probabilidad de padecer cáncer de próstata:
- La obesidad
- La vida sedentaria
- Las dietas ricas en grasas
Síntomas que deberían alertarnos
Si el cáncer de próstata se diagnostica de forma precoz, a los cinco años, el 98% de los pacientes continúan vivos. En cambio, si se ha diseminado a otras partes del cuerpo, la tasa de supervivencia a cinco años se reduce al 31%. Se trata de un cáncer indoloro que no produce síntomas hasta que no está muy avanzado, por eso es más importante acudir a revisión. En cualquier caso, los siguientes síntomas deberían alertarnos, según indica la Asociación Española de Urología (AEU):
- Dificultad para orinar o mucho dolor al hacerlo.
- Aumento en el número de veces que vas al baño a orinar.
- Problemas de incontinencia.
- Pérdidas nocturnas de orina.
- Bloqueo en la vía urinaria.
- Orinar con sangre.
Cómo tratar el cáncer de próstata
Afortunadamente, la cirugía o la radioterapia son opciones terapéuticas que han experimentado grandes avances en la supervivencia de estos pacientes. La prostatectomía es una intervención para extirpar la próstata y el tejido que la rodea. Se puede vivir perfectamente sin próstata porque no es un órgano vital, aunque su extirpación puede provocar incontinencia urinaria o impotencia sexual.
Después de un tratamiento con cirugía, radio o quimioterapia, pueden aparecer, entre otros trastornos, la disfunción eréctil o la falta de deseo. Sin embargo, hoy en día, y con los procedimientos quirúrgicos tan avanzados, las probabilidades de que surjan estas consecuencias son bajas.
Cuando no se ha diagnosticado el tumor a tiempo y ya no se pueden aplicar estos tratamientos, existen terapias que permiten que el paciente, aunque no se cure del cáncer, pueda vivir muchos años con una buena calidad de vida. La Asociación Española de Urología también hace hincapié en que no todos los tumores tienen que ser tratados, especialmente los “etiquetados de bajo o muy bajo riesgo, poco agresivos y poco voluminosos”, aunque todos tienen que ser vigilados.
Fuente: Uppers